Siempre me impresionó la atmósfera, el
mágico rico universo, la inquietante alquimia, el sutil hermoso lenguaje del
grabado, los ecos, hechos tejidos de rayas, penumbras de Rembrandt, Durero. Las
visiones de aquí y de allá de Goya, el talento de Picasso asimilando todo,
testimonios dramáticos, íntimos, de Katie Kollwitz...
Y el ácido actuando, con sus burbujas nereidas, el silencioso
percloruro fijando fielmente, definiendo la carga expresiva, tenazmente,
gozosamente, para que cuando llegue el papel, su caminar sea ya imprevisible,
transformándose en libro, o en singular estampa.
Yo creo que no es posible entender el mundo, ese entramado
variopinto, sin el hilo conductor del dibujo, él nos lleva por los infinitos
vaivenes de la forma, por los detalles más nimios, sus derivaciones como la
escritura, la grafía musical, nos lleva por todas partes, porque todo está
dibujado.
Así uno
glosa lo chocante y abstruso, lo claro y lo oscuro, sin querer está comentando
las vivencias que la vida nos depara, los hechos que nos conmueven y trastocan.
De miles de técnicas y maneras se sirve el artista para caminar sin perderse
por el laberinto donde habita el sentimiento, la emoción, la belleza.
Reflexiones que cuentan con la ayuda del humor salifico, gracias a la magia de este
hilo, los grandes maestros antiguos y modernos nos dejan sus mejores logros,
nos animan a dibujar los días, en eso estamos.
Manuel Alcorlo
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